ARTICULO.
FUTURO DEL LIDERAZGO POLITICO DOMINICANO ¿Cuál Será su Realidad?
Por: Lic. Julio César Concepción Rodríguez, MBA.
Mail:jcconcepcion@yahoo.com
Basado en sondeos y observaciones que por años vengo haciendo a
estudiantes universitarios, que en principio supone la generación de relevo de
la población profesional vigente, y me refiero
a alumnos de niveles de noveno y decimo semestre, es decir de termino de
carrera en el área de ciencias económicas y sociales en las aulas de la universidad en la que
imparto docencia por espacio de aproximadamente veinte años.
Sobre su incursión
en el quehacer político y la verdad las respuestas son deprimentes, pues esta
muestra nos dice que las generaciones de reemplazo que supones en un momento
deberán tomar las riendas del país.
No muestran el más mínimo interés en la política sienten fobia por la
forma como se ha manejado la política en nuestro país y según
sus manifestaciones tampoco creen en los políticos, por años vengo
haciendo este cuestionamiento a los grupos de estudiantes que pasan por
nuestras manos en los semestres finales de su carrera. Pero no es sino hasta
ahora que me veo animado a hacer público estas aseveraciones, motivado por el
gran deterioro que evidentemente
muestran los principales partidos políticos, convirtiéndose en
entelequias y hasta obstáculos del sistema, sin un representante genuino que
tenga capacidad de convocatoria, don de convencimiento y mucho menos propuestas
viables en consonancia con las verdaderas necesidades de la mayoría del
pueblo llano.
El liderazgo ha sido marginado por la mayoría de las agrupaciones,
inclusive en los clubes, agrupaciones sociales, Logias, así como grupos
insurgentes que no son más que mercaderes de circunstancias politiqueras, o sea
que nacen sin ningún propósito de servir a los intereses de la sociedad, y lo
peor de todo es que el sistema se lo permite, nótese que ya no se habla de viejos robles, pero
tampoco ese estribillo ha sido remozado por algo que de muestra de una verdadera intensión de la
proyección de un nuevo liderazgo, lo mismo pasa con los púrpuras, donde el
troglodita no permite dar paso a un
nuevo grupo de potenciales lideres, era
el sustento por excelencia del liderazgo dentro
de esa organización para la época, muestra de ellos hoy por hoy, no son más que charnela de otros
partidos para conservar o arribar al
poder. Lo que lo convierte sencillamente en un grupo de vividores del
quehacer político sin vocación ni posibilidades de poder.
Peter Drucker indica que el liderazgo “es
algo muy distinto de lo que hoy se nos presenta. Tiene poco que ver con las
cualidades del líder y mucho menos con carisma. Es una cosa ordinaria, prosaica
y aburridora. Su esencia es el desempeño”. En este sentido, “ya no basta con
tener una persona que aprenda para la organización… Ya no es posible otear el
panorama y ordenar a los demás que se sigan las órdenes del gran estratega.
El Enfoque Clásico Sobre Liderazgo Político
Si se asume que el liderazgo no es
bueno ni malo en sí mismo, sino que es un medio cuya bondad o maldad está dada
por sus objetivos, se tiene también que asumir que el fin del liderazgo
político es la cuestión crucial para determinar si favorece o no la comunidad o
el grupo al que el líder pertenece. Si bien esta es una pauta del escenario de
acción del liderazgo político, por excelencia, lo son el Estado y los partidos
políticos, en tanto en la realidad contemporánea no toda acción política pasa
por el Estado como aparato o por los partidos como instrumentos de acceso al
poder público.
En general, el liderazgo político parte
de la comprensión de las formas de dominación, básicamente tres tipos de
dominación legítima, a saber la dominación legal, la dominación tradicional y
la dominación carismática, siendo la primera y la tercera las más
representativas en la realidad latinoamericana contemporánea.
La dominación carismática se da en
razón de la devoción que sienten los seguidores en relación con el líder, dadas
sus características personales, casi siempre extraordinarias. Así, desde las
facultades mágicas y revelaciones de los profetas del pasado, hasta habilidades
más políticas vinculadas al heroísmo, el poder intelectual o la capacidad
oratoria, las cualidades personales se convierten en el factor que genera
adhesión efectiva, que se da sólo en relación con el caudillo, al punto de que
las instituciones políticas no existen sino es en relación con la vigencia del
caudillo y su carisma. Al desaparecer el caudillo o perder su carisma, las
instituciones se quiebran o desaparecen.
La experiencia histórica narra que lo
que se ha dado es una tendencia marcada a ponerle límites a cualquiera de las
formas de dominación, límites básicamente asociados al establecimiento de cauces
institucionales. En teoría, la expresión por excelencia de esos límites al
ejercicio de la dominación, es precisamente la división de poderes que es
inherente a la concepción moderna de Estado y al modelo democrático como
sistema político.
Si bien en América Latina esas
expresiones participativas son todavía incipientes, nuevos instrumentos le
imponen límites al liderazgo político, tales como los mecanismos de rendición
de cuentas, las consultas populares sobre temas específicos o el control
ciudadano –a través de los medios de comunicación o de organizaciones no
gubernamentales– sobre la gestión pública.
En una sociedad democrática es normal y
lógico que los líderes políticos encabecen esfuerzos para tomar el control del
gobierno como instrumento de vital importancia para la transformación de la
realidad, también es evidente que cada vez más procesos y fenómenos se dan en
los márgenes externos de la política tradicional y de los Estados como aparatos
institucionales, la irrupción de nuevas formas de organización y de liderazgo
que sin pasar por los causes tradicionales de la política, ejercen influencia
política determinante contribuyendo a la transformación efectiva de la realidad
social en la que existen.
Legitimidad del Liderazgo
Los estudios sobre liderazgo establecen
relaciones básicas entre éste y las nociones de poder y autoridad. Ambas
nociones, muchas veces confundidas en el saber común sobre el tema, muestran
algunas diferencias importantes, especialmente cuando se habla de liderazgo
político.
Dado que el uso de una determinada
cuota de poder es condición sine qua non para que la influencia del líder sea
efectiva. Así, todo líder requiere poder para ejercer su liderazgo, con lo cual
se establece que la búsqueda del poder es una condición natural al ejercicio
del liderazgo.
La autoridad, si es legítima, es decir,
si ha sido otorgada por el grupo como resultado de contrato social o por el
pueblo a través de instituciones como las elecciones, tiene la ventaja de que
permite el uso de la fuerza por parte de quien detenta esa autoridad, para
asegurar la consecución de los objetivos que sustentan el liderazgo. Este
enfoque tipifica al poder con un carácter más bien fáctico, dado por la fuerza
o capacidad de influencia que tiene quien lo detenta, mientras que la autoridad
se identifica con la entrega de un mandato, implícito –en un grupo social –, o
explícito –en una institución política–, el cual está dado y durará mientras el
líder represente los intereses de aquellos que le otorgaron la autoridad formal.
Cuando se habla de liderazgo político
en democracia, dado que el poder en la democracia debe ser encauzado
institucionalmente, preferiblemente a través de una autoridad legítima, de modo
que el líder responda a los intereses de la sociedad y esté sujeto a límites
precisos. La existencia de instituciones tiene una doble condición: permite que
el líder político pueda gobernar –es decir, favorece la eficacia del liderazgo–
al otorgarle legitimidad en el uso del poder y la autoridad; pero en caso de
que ese líder no represente de manera efectiva los intereses de la sociedad,
contar con mecanismos que permiten su relevo por vías pacíficas y también
legítimas.
Prescriptiva de Liderazgo Político
Si bien el liderazgo político comporta
la administración del Estado como una condición y expresión natural de su
ejercicio, en las sociedades contemporáneas se constituyen espacios
crecientemente autónomos del poder y autoridad del Estado, que también
coadyuvan a la consecución de objetivos socialmente útiles.
Ahora bien, si el horizonte del
liderazgo político son los fines de la comunidad o sociedad a la que pretende
conducir, resulta importante establecer criterios para determinar qué son
objetivos socialmente útiles. En este sentido, está dado por la capacidad de
proponer una visión de sociedad, que sea integradora de intereses y
perspectivas diversas, que brinde coherencia y sentido a la acción del líder y
que facilite la incorporación de todos –o al menos de la mayoría– en los
diversos esfuerzos por alcanzar las metas establecidas.
En el ejercicio del liderazgo político,
como en cualquier otro, confluyen dos dimensiones una subjetiva y otra
objetiva. La subjetiva tiene que ver con las capacidades del individuo y sin
lugar a dudas con el carisma; la objetiva hace referencia a la realidad que le
rodea, con sus específicos y diversos problemas y necesidades. Dicho de otro
modo, en el liderazgo político contemporáneo confluyen los valores sociales
imperantes y las capacidades o aptitudes personales para encarnarlo. De la habilidad
que tenga el líder para poner sus condiciones naturales y sus capacidades al
servicio de la sociedad, de ahí dependerá que ese liderazgo sea legítimo y
eficaz.
De igual modo, la influencia del líder
como condición que permite que la gente acepte su visión y la haga suya, es
extremadamente frecuente en la historia política, dado que favorece la
existencia de liderazgos carismáticos, de tinte autoritario, paternalista o pseudo-democrático.
Otra, como la capacidad de influir sobre la comunidad para que enfrente sus
problemas y consiga sus objetivos; aquí, la característica esencial del
liderazgo es el progreso en la solución de problemas y en la consecución de los
objetivos de la comunidad.
El liderazgo político es necesariamente
un proceso de doble flujo entre el líder y sus seguidores; aunque siempre
prevalezca una relación asimétrica entre el que gobierna y el que es gobernado,
ambos se reconocen como actores válidos e influyentes en la construcción de los
objetivos socialmente útiles.
Recurrencia en el Ejercicio
del Liderazgo Político
La visión de que las personas no saben
lo que quieren y además que son naturalmente perezosas para luchar por la
consecución de sus intereses u objetivos. Esta deficiencia natural sólo puede
ser remediada por un gran líder, que asuma la tarea de proponerle a la gente
una visión a la cual adherirse y de conducirlos hacia la meta marcándoles el
paso de manera estricta y precisa.
Este enfoque del liderazgo ha estado
largamente presente en la política latinoamericana. Bajo la idea de que los
pueblos no están en capacidad de resolver sus problemas
Así, la lógica del caudillo no radica
en conducir a sus pueblos hacia la construcción de una visión común, sino en
convencer a estos que su visión –la del líder– es la que deben adoptar y
seguir. Los ejemplos de estos liderazgos caudillistas, cuyas consecuencias
políticas concretas, en la mayor parte de los casos, han sido una
institucionalización endeble de los sistemas políticos o una ruptura de los
regímenes políticos implantados por ellos, al darse la desaparición física o la
remoción política de los mismos.
Este es el panorama real del liderazgo en
sentido general en la República Dominicana, en los momentos actuales, pues la
participación pura y sincera es sólo de palabras o sea que dentro de poco
tendremos que importar o fabricar robot
líderes, y entonces de la democracia ¿Qué?